martes, 8 de junio de 2010

Quimera

“Es infinitamente más bello dejarse engañar diez veces que perder una vez la fe en la Humanidad.” (Heinz Zschokke)

Con ésta frase del cineasta alemán, quiero abrir hoy mi post.

Y es que, últimamente no me gusta lo que veo cuando miro a mi alrededor.
No es que yo haya sido siempre una chica que ve el mundo de color de rosa, pero cada vez me voy dando más y más cuenta de cómo son las personas.
No me gusta ver cómo hay madres, o padres, que desprecian a sus hijos/hijas por lo que son. Por no ser como ellos.
No me gusta saber que hay gente que ha tratado a su familia como sabandijas toda su vida, y ahora van de víctimas porque “es que nadie me comprende”.
No comprendo las personas que se aprovechan de la buena fe de otras.
No alcanzo a discernir el motivo de tanto odio (racial, cultural, político, religioso, étnico, ideológico) que hay por todos lados.
Estoy harta de la gente que cuenta chismes, rumores, o cotillea.
No me gusta que los prejuicios estén tan de moda.
Somos capaces de sacar lo peor de nosotros mismos a la más mínima, sin embargo, dar lo mejor nos cuesta incluso en los momentos más extremos.
¿Qué puedo decir de una raza que se deja llevar por el egoísmo y la arrogancia? ¿Que no es capaz de tener un detalle con otros, si no es por puro interés?
El ser humano es manipulador.
El ser humano es avaricioso.
El ser humano es autodestructivo.

Nos falta confianza. Confianza en los demás, confianza en nosotros mismos. Confianza en nuestra propia raza.
No somos amables, porque no creemos que los demás puedan ser amables con nosotros.
No nos volcamos con los demás porque siempre creeremos que nadie se volcará con nosotros.
Si pensamos que cuando alguien hace un favor por nosotros, lo está haciendo porque quiere algo a cambio, es, simplemente, porque nosotros mismos somos manipuladores.

No me voy a poner en plan hippie. Sé que los pueblos de la Tierra nunca se darán la mano y cantarán “Age of Aquarius” bajo un brillante arcoiris.
Hay que ser realista.
Pero creo que sí es posible que, cambiando nuestra conciencia, logremos cambiar nuestra sociedad. Mejorar un poquito la calidad de vida de los demás, y la nuestra también, por supuesto.
Dejar de pensar en los demás como nuestros enemigos, y verlos como iguales. Como personas con sus emociones, inquietudes, pasiones. Entender sus sentimientos como entendemos los propios.
Sería tan bonito levantarse una buena mañana, y que por un solo día, en las noticias hablaran de familias que se reencuentran, políticos que llegan a acuerdos por el bien de todos, científicos trabajando en búsqueda de vacunas a las enfermedades en vez de crear armas biológicas; no escuchar nada sobre asesinatos, robos, atentados…
Salir a la calle y comprobar que nadie grita, que nadie señala, ver gestos altruistas por doquier.
Y que al llegar a casa, las lágrimas sean de felicidad.
Sólo por un día.
Puedo parecer demasiado ingenua e idealista, y aunque no me dejo engañar, solo por un día, me gustaría poder volverme tonta y confiar ciegamente en todo el mundo.

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